Soledad Agüero es traductora de inglés egresada de la Universidad Nacional de La Plata. También cursó estudios literarios en la Katholieke Universiteit Leuven de Bélgica, en el marco de la beca Erasmus Mundus otorgada por la Unión Europea a estudiantes latinoamericanos con desempeño académico destacado.
Durante los años sabáticos que se tomó en la facultad, estudió y trabajó en distintos países, como España, Bélgica y Brasil. Si bien ni los estudios ni los trabajos estuvieron ligados a la traducción, le permitieron adquirir herramientas y habilidades que luego pudo aplicar en su desempeño profesional, como la negociación, el manejo del tiempo o la capacidad de adaptación.
Su primer trabajo como traductora profesional fue en el Ministerio de Agricultura, donde ingresó con un puesto in-house en 2011. Una experiencia totalmente positiva, tanto en lo profesional como en lo personal, dice Sole, porque se encontró con dos colegas con mucha experiencia y paciencia para guiarla por este camino cuando ella todavía estaba “verde”. ¡Ni las CAT tools conocía! Además de esas compañeras de fierro, se encontró con un tema que la fascinó y que, claramente, la marcó.
Por eso, después de toda la experiencia que juntó en el ministerio, Soledad siguió dedicándose exclusivamente a la traducción para los sectores agrícola y ambiental. En el año 2013, cansada del estrés y de la vida «apurada» de Buenos Aires, se mudó con su pareja a San Rafael, Mendoza, a una finca con viñedos y frutales en medio del campo. (Sí, la envidiamos mucho…)
En 2019 decidió que ya era hora de darle una identidad más definida a su servicio y creó su propia empresa con el objetivo de ayudar al mundo angloparlante a hacer más y mejores negocios agrícolas en América Latina en español. Soledad trabaja con agencias de traducción, ONG, organismos internacionales, startups y clientes directos, principalmente en los ámbitos de la horticultura y el agtech (ámbito por el que está totalmente apasionada).
En cuanto a los desafíos que presenta el rubro en particular, Soledad destaca las diferencias lingüísticas entre las variantes latinoamericanas, o sea, la famosa puja entre el neutro y los localismos. El ejemplo que nos da es el de las castañas de cajú (Argentina, Uruguay y Chile), que en México son nueces de la India, en Venezuela se llaman merey, en Cuba marañon, en República Dominicana cajuil, y para nuestros podcastescuchas de España son los anacardos. Cuando el cliente sabe qué mercado le interesa más, la cosa es más sencilla, pero cuando le piden para todo Latinoamérica, pues, a la pobre Soledad se le enmarañan los marañones.
Otro de los desafíos en su día a día con los textos relacionados con la agricultura tiene que ver con la inclusión, porque Sole explica que hay muchas mujeres que se dedican a esto y están excluidas en términos de accesos o beneficios, por lo cual ella siempre cuida el aspecto de la inclusión en sus textos y, a veces, tiene que sacar a relucir sus dotes de negociación con algunos clientes que son, mayormente, hombres.
Si alguien quisiera meterse de lleno en este rubro, Sole recomienda ir buscando cursos de capacitación, webinarios y demás en organismos nacionales e internacionales para ir formándose en el tema y metiéndose de lleno en la terminología y conceptos. También recomienda las experiencias de voluntariado para tomarle la mano a la práctica, y menciona que Naciones Unidas tiene un programa de voluntariado donde hay mucho trabajo sobre agricultura. Además, nos cuenta que ella todavía hace trabajo voluntario, ya no para ganar experiencia, sino para aportar su granito de arena al mundo con su profesión, colaborando con traducciones al español para una ONG ambientalista que se llama Mongabay https://es.mongabay.com/.
Cuando montó su empresa, Soledad aplicó todo lo que aprendió en su trabajo in-house en el ministerio. “Son cosas que en la facultad no aprendí”, dice, y sabemos que así es, que hay cosas que aprendemos de la experiencia directa, que a veces viene a los cachetazos, y otras, de la mano de alguien más experimentado que oficia de guía.
En su tiempo libre, Soledad disfruta de la vida en familia en la finca, entre los cultivos, o tomando mates junto al río Atuel.